De Caracas a Puerto Ayacucho

El famoso "Tobogán de la Selva", a 45 minutos de Puerto Ayacucho.
Del 21 al 24 de Enero de 2016 me surgió un improvisto viaje de trabajo al Estado Amazonas en Venezuela. Estas son mis impresiones antes, durante y después del viaje.

Me notificaron un día antes, y me tocó salir corriendo a lavar la ropa un día que nos cortan el agua. Era mi primera vez que iba al Estado Amazonas, así que estaba muy emocionado por conocer el lugar. Lo único que me tenía reacio era el largo viaje por carretera que, dependiendo de muchos factores (tráfico, accidentes, paso de la chalana), puede durar entre 12 y 16 horas.

Un grupo de compañeros de trabajo partimos el 21 de enero a las 9 am, en un cómodo bus de Expresos Isla Mar, que tenía un congelador por aire acondicionado. Todos nos quejamos cuando los pilotos nos advertían no abrir las ventanas porque ello iba a ocasionar que, al sol del mediodía en los llanos, el aire acondicionado iba a perder efecto y nos íbamos a morir achicharrados. Aunque todos nos reímos de dicho argumento, parece ser que tenían razón porque empezó a hacer calor...

Atardecer en los llanos venezolanos (Estado Apure)
El largo y aburrido viaje se hizo tolerable al admirar el paisaje y platicar con los compañeros de viaje. Lo más absurdo que vi en el viaje fue un avestruz en el Estado Guárico. Lo más bello fue el atardecer desde los Llanos en Apure y, lo más impresionante, fue ver un raro fenómeno metereológico llamado halo durante la luna llena y mientras cruzábamos el río Orinoco. Parecía un niño todo emocionado mientras cruzábamos el majestuoso Orinoco en la chalana (barco que transporta vehículos de un lado al otro del río), pero me decepcionó hacerlo de noche cuando no se ve nada y cuando los mosquitos más atacan. El cruce de la chalana fue más rápido de lo que pensé, y tan sólo duró como 10 o 15 minutos.

Finalmente, tras 13 horas de viaje, llegamos a Puerto Ayacucho a las 10 pm. Al llegar a la habitación de la posada, que me tocó compartir con otros 3 hombres, caí rendido al tocar la cama. De todas maneras, al día siguiente tenía que levantarme a las 5 am para salir. No estaba de vacaciones.


Piedra La Tortuga
Una vez recuperadas mis fuerzas, el día viernes 22 partimos temprano a la Unidad de Producción Social Matuwiniyu, lugar donde tendría lugar la reunión a donde nos convocaron, como a 1 hora y media de Puerto Ayacucho. En la ruta se podían observar los hermosos ríos, planicies y montañas. Hay una particular forma montañosa muy curiosa, de nombre Piedra La Tortuga, llamada así porque a lo lejos pareciera la forma de una tortuga que flota, y que es visible en la ruta.

El calor es agobiante, al menos para mi. Vivía al lado de una botella de agua, mi mejor amiga durante esos días. La comunicación en Matuwiniyu es nula, nada de señal. Sin embargo, la señal tampoco es nada buena en Puerto Ayacucho, capital del Estado, y estuve desconectado de Internet durante mi estadía. Terminada la reunión en horas de la tarde ese día, nos regresamos a la posada. Cena, ducha y a dormir.

El sábado 23 fue más de lo mismo, levantarse temprano y reunión todo el día en Matuwiniyu. Tuve la oportunidad de realizar mi exposición durante la reunión, y me tocó de último a las 6 pm, cuando ya todos están cansados y se quieren ir. Estoy bastante seguro que, al terminar mi exposición, la gente no me aplaudió a mi, sino que aplaudió el hecho de que por fin se terminó todo. La gran ventaja es que ese día pudimos adelantar mucho los temas, lo que nos dejaría la tarde del domingo libre. Al llegar a la posada, nos topamos con que no había luz y ni mucho menos agua... Efecto producido los bajos niveles del agua que alimentan las represas hidroeléctricas del país.

El domingo 24 tuvimos la última reunión temprano, pero ya no en Matuwiniyu, sino en Puerto Ayacucho. Antes del mediodía terminó la reunión, y mi gran interés era visitar el Tobogán de la Selva, pero como vi a todos tan tranquilos pensé que al final no iríamos, así que salí con unos compañeros de trabajo a conocer la ciudad. Fuimos al centro, a una plaza donde supuestamente venden artesanías indígenas. No sabíamos muy bien como llegar, así que le pedimos direcciones a un señor en el camino. Este señor en cuestión fue lo más interesante del día, porque parecía un Discovery Channel andante. Nos explicó que el nombre de la ciudad proviene de la conmemoración de la batalla de Ayacucho, batalla que significó el final del dominio español en Sudamérica, y que anteriormente era llamada Atures (nombre del municipio actual). Lo más divertido fue cuando casi adivinó las profesiones de mis compañeros de trabajo: "No somos sociólogos, sino antropólogos", le respondieron ellos, "pero casi la pega". Los antropólogos, aparentemente, son fáciles de identificar.

Al llegar a la plaza que buscábamos vimos que estaba abandonada y en ruinas. La ciudad se encuentra muy descuidada y nada bonita. Unas lugareñas nos explicaron como llegar a la nueva locación donde los indígenas venden sus artesanías. Ahí nos tomaron desprevenidos cuando nos llaman al teléfono y nos dicen que están preparándose para ir al tobogán de la selva. "¡No me jodan!", pensé yo. Al final nos pasaron buscando, y nos llevaron en el bus al tobogán. 

En el camino iba impresionado por la formación rocosa del suelo, dado que prácticamente casi todo el suelo es piedra. La región forma parte del escudo guayanés, una de las formaciones geológicas más antiguas del mundo. El tobogán de la selva es un ejemplo de ello, dado que el río y la enorme piedra forman naturalmente un tobogán de agua. Por cierto, no me pude bañar en el tobogán, dado que al ir de imprevisto dejé el traje de baño en la habitación... Todo el viaje pendiente de bañarme en el río y no me pude bañar...

Pasamos toda la tarde en el tobogán de agua, que es prácticamente un parque, un lugar de esparcimiento y turístico y no solamente para mojarse. Sin embargo, ese mismo día teníamos que partir para Caracas en horas de la noche. Llegamos a la posada a las 5:50 pm y las 6 pm se suponía que teníamos que partir... Es impresionante lo que uno puede hacer cuando realmente se quiere, puesto todos nos arreglamos rápido y a las 6:30 pm ya estábamos todos en el bus y no se perdió mucho tiempo.

El regreso fue mucho más incómodo, en uno de esos autobuses encava, con asientos menos cómodos y sin aire acondicionado. Pensé que en el trayecto me iba a morir de calor a pesar de ser de noche... Pero me equivoqué, el frío y el viento en los llanos era horrible. No dormí mucho en el trayecto. Inclusive a las 2 am el conductor tuvo que irse a dormir un par de horas dado que ya no podía más con su alma. Finalmente, llegamos a Caracas a las 8 am del día lunes 25, tras 12 horas de viaje.

Debo decir que dicho viaje fue una bonita y grata experiencia, y me gustaría volverlo a hacer, pero en calidad de turista, para conocer muchos otros destinos turísticos que no pude llegar a conocer. Me decepcionó que no pude conocer ninguna comunidad indígena del lugar, ni comer la comida autóctona, el mal estado de la ciudad y la fuerte sequía producida por El Niño, pero la belleza natural de la región amazónica lo compensa todo.

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